¿desmitologizar?

junio 15, 2024 § Deja un comentario

Según Rudolf Bultmann, la cosmovisión del Nuevo Testamento nos queda bastante lejos como para podamos tomarnos al pie de la letra las fórmulas del credo. Pues estas solo resultan inteligibles desde el marco de dicha cosmovisión. Ya no vivimos en un mundo en donde los poderes sobrenaturales intervienen, más o menos espontáneamente, en los procesos naturales. Esto es, ya no vemos —ni podemos ver— los asuntos del espíritu tal y como fueron vistos por los creyentes de la Antigüedad. De ahí que, según Bultmann, tengamos que llevar a cabo una interpretación que, prescindiendo del mito, muestre la decisión existencial que hay por debajo de las fórmulas de la fe, las cuales constituirían, por eso mismo, un modo de hablar que deberíamos poder traducir. Al fin y al cabo, la fe es un compromiso cuyo punto de partida es un acto de confianza.

Ahora bien, el ejercicio de la desmitologización presupone que el lenguaje es algo así como un envoltorio que podemos cambiar sin que se altere lo que envuelve. O no demasiado. Ciertamente, que creamos que nos podemos entender con los primeros cristianos da por sentado que, en el fondo, estamos refiriéndonos a lo mismo. Sin embargo, este es el problema. Pues ni siquiera la palabra Dios puede significar lo mismo hoy en día que en las épocas en las que el cosmos no se presentaba —ni podía presentarse— como un todo homogéneo.

¿Deberíamos concluir que ya no podemos creer en lo mismo? No me atrevería a decirlo. Pues si podemos creer en lo mismo es porque ese lo mismo trasciende los hechos que, durante la época de los primeros cristianos, dieron pie a la fe. Que los primeros cristianos, por ejemplo, dieran por hecho que el crucificado resucitó de entre los muertos —como si los relatos de la resurrección fuesen una historia de zombies buenos—, explicaría en cualquier caso su fe. Pero que dieran por hecho que el crucificado se apareció a unos cuantos elegidos tras el tercer día no nos permite comprender el alcance universal de la esperanza creyente. Para ello, más que esforzarnos en encontrar una buena traducción —si es que pudiera haberla, sin traicionar el sentido original de las palabras—, deberíamos aprender a leer mejor el mito. No podemos prescindir del mito sin tirar al niño con el agua sucia. Y no podemos hacerlo porque el mito es, en el fondo, el logos de lo que trasciende la totalidad. En definitiva, la expresión simbólica de la negación de la nada que abraza cuanto es y por la que el todo es aún el no-todo.

Al fin y al cabo, si podemos, cuando menos, comprender el carácter católico del cristianismo es porque el lenguaje con el que, de entrada, se expresó contiene elementos que desbordan el marco cultural al que perteneció dicho lenguaje. Por tanto, una buena lectura debería comenzar admitiendo que los primeros textos cristianos, incluyendo los de la dogmática cristológica, fuerzan las palabras de la tribu para obligarlas a decir lo que, en absoluto, dichas palabras pueden admitir como hechos. Ni entonces, ni ahora. Me refiero, en última instancia, a la posible imposibilidad de Dios. Así, las fórmulas del credo recurrirían al lenguaje religioso para proclamar lo que, desde los presupuestos de la religión, es sencillamente inadmisible. ¿Acaso podemos religiosamente aceptar que Dios tenga cuerpo —y un cuerpo que terminó colgando de la cruz— o que no sea aún nadie sin su cuerpo? Con todo, el triunfo histórico del cristianismo quizá se deba en buena parte a que, a pesar de lo dicho, terminó entendiéndose a sí mismo en clave estrictamente religiosa. Tampoco debería extrañarnos… si tenemos en cuenta que cualquier superación —y el cristianismo supera las coordenadas religiosas en las que se inscribe— siempre conserva en su seno lo que supera.

En consecuencia, si esto es así —y creo que lo es—, entonces sería irrelevante, a la hora de comprender las fórmulas de la fe, que antiguamente, a diferencia de hoy en día, se diera a Dios por descontado. Pues, en verdad, lo que revela el Gólgota es que Dios —y como expresión, en definitiva, de la voluntad de Dios— no es alguien que podamos dar, precisamente, por hecho. Creer en lo mismo, por tanto, tiene que ver con que este lo mismo no es, en el fondo, una posibilidad del mundo. Ni puede serlo si hablamos de Dios.

Deja un comentario

¿Qué es esto?

Actualmente estás leyendo ¿desmitologizar? en la modificación.

Meta