dice Derrida (y lo que dice ya lo dijo Platón)

junio 16, 2024 § Deja un comentario

A veces la originalidad —o el deslumbramiento— de un pensador depende de que oculte sus fuentes. Y si es capaz de colar algún neologismo, a modo de trampantojo, pues mejor. Por ejemplo, Derrida.

Veamos qué dice en uno de sus textos sobre la justicia: «(…) en este momento mismo en el que yo me dispongo a demostrar que no se puede hablar directamente de la justicia, tematizar u objetivar la justicia, decir ‘esto es justo’ y mucho menos ‘yo soy justo’, sin que se traicione inmediatamente la justicia, cuando no el derecho. (…) La justicia no puede ser tematizada ni objetivada del mismo modo que un derecho o una ley. Y si no es posible aquí y ahora describir algo como justo, el concepto de justicia debe reservarse para otra cosa, algo que no está del todo presente. Porque si localizamos la justicia en algo que es presente y humano, como un partido político o un programa político o un veredicto legal, acabamos por traicionarla.» ¿Acaso no estamos ante un modo de presentar la vieja tesis platónica sobre la trascendencia de lo realmente justo —o lo bello, lo bueno…? Algunos dirán que Derrida no está comprometido, obviamente, con los cielos en los que Platón, supuestamente, ubicó las ideas. Pero Platón nunca dijo, a pesar de que algunos de sus tropos puedan sugerirlo, que la trascendencia de lo real tuviera que entenderse a la religiosa. Más bien, al contrario. Pues lo que sostuvo Platón es que lo justo —o lo bello, o lo bueno… — no puede hacerse presente sin perder por el camino, precisamente, su carácter absoluto o real. En este sentido, la justicia como tal o en sí solo puede ser presentarse al pensamiento como un darle a cada uno lo que se merece. Ahora bien, esto es como no decir nada —o nada en concreto. Pues lo que queda en el aire —acaso nunca mejor dicho— es, de hecho, qué se merece cada uno. Y lo que se merece cada uno dependerá de la sensibilidad, es decir, de lo que culturalmente nos parezca justo. De ahí que, porque hay lo justo, no pueda haber nada en concreto que sea indiscutiblemente justo.

Por tanto, media un hiato entre lo real y su manifestación, siempre relativa a un punto de vista. Sin embargo, este hiato no puede pensarse como si hablásemos de dos mundos —o mejor dicho, tan solo podremos representárnoslo imaginativamente como si se tratase de dos mundos. En realidad, de lo que hablamos es de la desaparición de lo absolutamente justo en su aparecer como ley o decisión justa. Y quien dice lo justo —o lo bello, o lo bueno…—, dice lo que es. Al fin y al cabo, lo real al margen de su hacerse presente —esto es, en su carácter absolutamente otro— no está presente. Y esto equivale a decir que se ubica en un pasado anterior a los tiempos… lo que implica que su lenguaje más propio es el del relato mítico. Puede que no sea casual que Platón fuese un creador de mitos. Y no porque los necesitase a modo de ilustración.

Ciertamente, todo —o casi todo— fue pensado por Platón. Otro asunto es que no nos lo parezca. Sobre todo, si empleamos, a la manera de Derrida y tantos otros posmodernos, un trampantojo conceptual.

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