el bueno de Llorenç
mayo 15, 2013 § Deja un comentario
Una respuesta a Llorenç Puig a propósito de la virginidad de María (cf. http://blog.cristianismeijusticia.net/?p=9223&lang=es#comments) :
me temo Llorenç que confundes el misterio de Dios con el de aquellos hechos que aún no acabamos de comprender. El suponer que María queda embarazada por el Espíritu de Dios es algo que se encuentra a merced de una mejor explicación. Por ejemplo, si descubriéramos que, extraordinariamente, hay mujeres que conciben sin la intervención del varón, como si fueran esponjas, entonces tu explicación tendría que reformularse en los términos de un «como si». Ahora bien, Dios no es un «como si Dios». Ni tampoco Dios es «eso» que nos obliga a ampliar las fronteras de nuestro mundo. Dios es el misterio del mundo. El misterio es que haya mundo y no más bien nada. El misterio es que el mundo (de)penda de un Dios que no se declina en los modos del presente. El misterio es que el sufrimiento, la muerte, el mal se den junto con la vida. En cristiano, el misterio es que la totalidad no sea el todo: que la inmanencia del mundo se encuentre a la espera de una última palabra. Es evidente que hay cosas que se nos escapan. Que la realidad se encuentra siempre más allá de las condiciones que impone nuestra sensibilidad. Ahora bien, precisamente por esto mismo, aquello que se nos escapa —el carácter trascendente de lo real— no puede comprenderse como un hecho, ni siquiera cuando se trate de un «hecho extraño». En todo caso, los «hechos extraños» podrían entenderse como una figura de lo trascendente, pero no como la trascendencia misma. Por eso no te discuto que recurras a la mecánica cuántica para justificar una concepción mítica de la virginidad de María, sino que recurras a ella para «ilustrar» la trascendencia misma de Dios. Lo que vengo a decirte, en definitiva, es que cuando hablamos del misterio o la trascendencia de Dios no creo que estemos hablando de lo mismo. Pues una cosa son los hechos que se nos escapan y otra que la trascendencia de Dios pueda comprenderse en los términos de un hecho o ente que «supera nuestra capacidad de comprensión». La realidad de Dios no puede admitirse según el modo del ente. Decía Bonhoeffer que un Dios que existe, no existe. Pues eso. En definitiva, creo que la trascendencia de Dios no es la de los dioses, el «fantasma» o el «espíritu de los muertos». Y la razón que das para creer en la posibilidad de la intervención de Dios en la concepción de María es la misma que la que podría justificar la creencia en dioses, fantasmas o espíritus de muertos. Como te decía, la trascendencia de Dios no es la propia de otro mundo, sino la de lo otro del mundo («dimensión desconocida» incluída). Podríamos terminar «familiarizándonos» con los fantasmas, de existir, pero no con el Dios de Job. El final de Job no es que hayan «cosas» que escapan a nuestra comprensión, sino que eso que escapa a nuestra comprensión sea el hecho de que Dios se muestre como el Señor de la luz y la oscuridad (Is 45, 7), que el don de la vida vaya con el absurdo de la muerte y el sufrimiento indecible de los hombres. Precisamente, porque hay algo de irresuelto en la Creación, el creyente permanece a la espera de una última palabra, palabra que cristianamente creemos que se pronunció en la cruz-exaltación de Jesús de Nazareth. Desarrollar esta distinción entre ambas trascendencias nos llevaría más lejos de lo que da de sí este espacio.
(A modo de punto y final: dices que mi «hipótesis de la violación o de la 'aventura' de María, aun cuando explicaría bien 'naturalmente' su embarazo, no ayuda demasiado a evitar una concepción de Jesús como un buen muchacho a quien su madre ha querido de una forma tan extraordinaria que… bien…, no sé qué». Nunca he dicho que Jesús fuera solo un buen muchacho. Me conoces lo suficiente para saber que yo no puedo decir, precisamente, esto. La compasión de María hacia el hijo de sus entrañas es la compasión misma de Dios. Ahora bien, si es de Dios no es porque María estuviera poseída por el Espíritu de Dios como si fuera la niña de «el exorcista» pero en bueno, sino porque acogió ese Espíritu desde los ojos de Dios, por decirlo de algún modo. No estamos hablando del amor habitual en una madre, por muy «extraordinario» que sea. Y si crees que es así es porque, probablemente, no te haces una idea de lo que supone llevar en las entrañas al hijo ilegítimo del hombre, al hijo de quien «quiere tu muerte».)