dos caras

julio 1, 2023 § 1 comentario

El cristianismo pierde su nervio, por no decir que se corrompe, cuando lo convertimos en una obviedad moral —en una promoción de los buenos sentimientos con la excusa de Dios.​ Así, lo habitual, una vez damos sentado que el otro es nuestro hermano o que debemos dar de beber al sediento, es que cada uno se dedique a sus asuntos. Ya sabemos adónde ir; ahora es cuestión de aproximarse —nos decimos. Aquí la reacción es semejante a la que se observaba en los campos de exterminio: que bastaba con que hubiera algún santo entre los prisioneros para que el resto pudiera entregarse impunemente a la barbarie. Como si lo que estuviera en juego no es el obedecer a la voluntad de Dios, sino de creer que es posible la bondad —de suponer que podríamos dejar atrás el mal que llevamos dentro.

Sin embargo, los tiros de la existencia creyente no van por ahí. En cualquier caso, van los del simpatizante. Pues quien cree no cumple con los mandamientos como quien sigue unas instrucciones o se aproxima paso a paso al ideal. Ni siquiera cuando lo haga con entusiasmo. Y es que tomadas al pie de la letra los mandamientos son, sencillamente, inviables. ¿Amar al enemigo —al que te dio a tus hijos para comer? El que viene en patera ¿es mi hermano? ¿Lo decimos en serio? El punto de partida de la existencia creyente es la respuesta a una demanda insoportable —y de carne y hueso. Sin embargo, lo cierto es que esa respuesta solo tendrá lugar —de haberla— donde los cielos caigan sobre nuestras cabezas. Esto es, sin Dios mediante. No en vano revelación y catástrofe van a la par. Evidentemente, quien responde como rehén del que sufre no volverá a ser el mismo. De hecho, dejó de serlo una vez ocupó la posición de quien debe responder. En cualquier caso, más allá de la respuesta, un confiar en que esta no caerá en saco roto. Aun cuando el creyente no pueda concebir el cómo. La esperanza cristiana, a diferencia de nuestras expectativas, siempre fue delirante. Y es que su único soporte es la aparición del ángel —también de carne y hueso— donde no hay más que espanto.

§ Una respuesta a dos caras

  • ajaodemaria dice:

    y aquí está la clave (!), la «esperanza cristiana» es «delirante». La «esperanza» en este contexto se refiere a una fe ciega en algo más; es algo que supera nuestras limitaciones

    Entonces, esta «esperanza» es lo que distingue la fe cristiana de simplemente tener buenas intenciones o intentar hacer las cosas bien

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