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octubre 22, 2023 § Deja un comentario

El hombre moderno es impermeable —por emplear el afortunado término de Charles Taylor— a la trascendencia. Puede que haya algo así como una dimensión oculta poblada de seres superiores. Pero no la reconoceremos como normativamente superior. Poco queda del antiguo sentimiento de dependencia que caracterizaba al creyente. Hoy, cualquier dependencia sería circunstancial. Ciertamente, nuestro orgullo —nuestra vana ingenuidad— puede hacernos ignorar de quién dependemos en realidad. Pero, sea como sea, lo que espontáneamente vivimos a flor de piel es que la superioridad del dios está para ser vencida. No es casual que el Renacimiento bebiera de fuentes griegas.

De ahí que la pregunta sea —una pregunta de raíz bíblica— ¿quién será aún capaz de Dios? Aunque la pregunta última que se planteó Israel fue si Dios sería capaz del hombre. Esto es, si podría apiadarse de sus hormigas hasta el punto de sacrificarse por ellas. Pues de permanecer en las alturas, la humanidad estaría condenada al ruido y la furia. La necesidad de una redención no se entiende si no partimos de ahí. Ahora bien, esta posibilidad, para quien sepa que significa ser un dios, roza lo delirante. No hay teología natural que, de algún modo, no pacte con el paganismo.

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