de muros

enero 18, 2024 § Deja un comentario

La pregunta por el lugar de Dios —por el lugar de la experiencia de Dios— solo tiene sentido donde Dios, precisamente, ha abandonado el lugar en el que, espontáneamente, se encontraba. Esto es, la pregunta por sí sola ya supone un rechazo del paganismo, de la religión natural, en definitiva, de la convicción de que vivimos en medio de poderes invisibles. Ningún pagano se preguntaba por el lugar de los dioses. En cualquier caso, por la debida forma de tratarlo. Al fin y al cabo, la pregunta por el lugar de Dios va con la de la teodicea y, por eso mismo, con el presupuesto de que el poder divino no va contra nosotros… lo cual, paganamente, es mucho presuponer.

De hecho, la respuesta a la pregunta de la teodicea —la que en primer lugar encontramos en el libro de Job— conduce a una mayor abstracción: hay bien —hay donación— porque hay Dios; pero al igual que hay mal porque hay Dios. Ahora bien, al admitirlo damos por sentado que Dios no es el ente supremo —y de ahí lo de la mayor abstracción. Pues el creyente experimenta a Dios como el Dios que se encuentra, por así decirlo, más allá del todo —y no solo por encima de nuestro mundo. El haber de Dios es el de un Dios cuya presencia es la de su ausencia o, mejor dicho, eterno porvenir (y digo eterno porque Dios no puede darse como solo Dios). Incluso en los cielos, decía Rahner, Dios sigue siendo un misterio. Lejos estamos, por tanto, de la presencia de poderes invisibles que actúan en medio de nosotros.

Así, sorprende que muchos cristianos continúen planteándose la pregunta de la teodicea. Pues la pregunta presupone un dios-ente o ex machina —y cristianamente no es aún nadie sin su cuerpo. De hecho, cristianamente ya se nos dio la respuesta. ¿Qué hace Dios? Desde arriba, nada —o mejor dicho, dejarse caer hasta colgar de un madero. Pero ¿ese colgado es Dios? Sí. Pero solo porque Dios no es solo Dios. ¿Y esto nos salva del Mal? Según Pablo, in spes modus… —y porque hubo resurrección.

Tenía razón Hegel al decir que la mayor abstracción es lo más concreto. La abstracción de Dios conduce al cuerpo de Dios. Y no porque Dios adopte un aspecto humano —como si hubiese decidido saltar el muro que nos separa de la dimensión en la que habita. En realidad, no puede adoptarlo en tanto que, en sí mismo, no es nadie aún.

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