del deber

enero 30, 2024 § Deja un comentario

El deber moral no contiene ninguna promesa. De ahí su incondicionalidad. Ya sabemos: hay que respetar al otro por respetarlo. Sin embargo, detrás hay una metafísica, por así decirlo. Y es que no podemos hacer más que respetar al otro… en tanto que su alteridad es inalcanzable. Pues el respeto preserva la distancia de la alteridad. El otro, en cuanto tal, es un fantasma —en sí mismo, un nadie, un intratable , un continuo diferir del aspecto que nos muestra y con el que nos vemos obligados anegociar. Las máximas morales —el no robarás, el no matarás…— pretenden la incorporación en el día a día de lo que en el día a día damos por obvio —y por eso mismo obviamos.

Con todo, Israel no pudo —ni quiso— prescindir de la promesa. Tampoco Kant, aunque él la concibiera como postulado de la razón práctica. El porqué es, en el fondo, simple: donde nos encontramos or entero sometidos a la demanda del otro —a la llamada de los nadie— resulta inevitable esperar que la fiesta terminará a favor del justo. Aunque ello suponga el fin del mundo. Esto es, lo imposible.

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