bajo el poder

marzo 6, 2024 § Deja un comentario

En el cristianismo actual, la experiencia de Dios suele expresarse en los términos de un hallarse en el sentimiento de una presencia, se supone que benevolente. Vamos a dejar a un lado que este sentimiento, por sí solo, no tiene en cuenta que la experiencia cristiana de Dios no es independiente de hallarse al pie del Gólgota —y por tanto, de la confesión que proclama, frente a los verdugos, que el crucificado es el quién de Dios. Pues, lo que quiero ahora destacar es que, siglos atrás, un cristiano hubiese dicho que la experiencia de Dios va con el sentimiento de hallarse bajo un poder insobornable —y en concreto, bajo un poder del que depende la salvación o la condena eternas.

Ciertamente, en ambos casos y habiendo honestidad, no se trata de una suposición, sino de un sentimiento vivido a flor de piel. Sin embargo, no es el mismo sentimiento. El viejo creyente no daba por descontada la misericordia de Dios, sino que confiaba en ella. En cambio, el creyente moderno —o mejor dicho, aquel de talante progresista— da casi por hecho que no habrá juicio. Difícilmente queda rastro de la antigua dependencia. Por un lado, el haberla dejado atrás fue, sin duda, liberador. Al menos, porque la Iglesia decimonónica —o no tanto— se pasó de la raya acentuando el temor. Pero, por otro, donde no queda ni pizca de temor —donde Dios ha quedado reducido a una variante del amigo invisible de la infancia— estamos a un paso de prescindir de Dios… si es que no hemos prescindido ya, aun cuando, en los clubs cristianos, sigamos sirviéndonos de la palabra Dios.

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