la diferencia
marzo 10, 2024 § Deja un comentario
Creo que es importante caer en la cuenta de la diferencia entre lo que acontece o tiene lugar y lo que sencillamente pasa. Esto en metafísico se dice: entre lo real avant la lettre y los hechos que pasan o se suceden. O entre lo eterno y lo temporal.
De hecho, existimos de espaldas a lo que en verdad tiene lugar. Cada vida es un milagro. Pues se hace presente —y por eso mismo se nos da— desde el horizonte de la nada (y de ahí, dicho sea de paso, el doble sentido de la palabra presente). Sin embargo, el mundo no obliga a servirnos de lo que nos ha sido dado. En el día a día, se impone la negociación, el trato. Tampoco puede ser de otro modo. Pues no habríamos sobrevivido como especie de habernos entregado a la adoración o a la vida contemplativa. En cualquier caso, las formas de la amabilidad, como también las ceremonias de la memoria, son necesarias si se quiere conservar en tiempo diario las huellas de la verdad —de lo que en verdad tienen lugar y no simplemente pasa. Se trata de evitar, en la medida de lo posible, el maltrato. La Ley —y de esto Israel era muy consciente— se desprende del don.
Y decía que era importante caer en la cuenta de la diferencia porque, de lo contrario, difícilmente comprendemos que hay detrás del lenguaje que nos habla de la trascendencia, se trate de la Biblia, los Upanishad o Platón. En definitiva, difícilmente llegaremos a comprender qué significa existir. Quizá sea porque despreciamos dicho lenguaje que actualmente, y desde las canchas intelectuales, tendamos a entendernos como si no fuéramos más que simios, aunque un poco más listos. Donde prescindimos de la cuestión de la verdad —donde dejamos de preguntarnos qué tiene lugar en verdad— nos convertimos en las piezas de un mecanismo sin piedad. O si se prefiere, en los reos del principio del dominio tecnológico del mundo, el que exige que debe hacerse cuanto puede hacerse.
La inquietud por la verdad está lejos de ser un pasatiempo estéril, el asunto de aquellos a quienes les gusta la especulación como a otros el chocolate. La pasión por lo verdadero —esa manía, según Platón— es una cuestión de resistencia —y me atrevería a decir de vida o muerte, aun cuando la muerte pueda vestirse con los oropeles de la distracción. Ciertamente, podemos despreciar cuanto ignoramos. Pero no sin caer en la barbarie. Y quien dice barbarie, dice autodestrucción.
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