Hume y Platón —y de paso, unas dosis de Descartes (y 3)

marzo 11, 2024 § Deja un comentario

Hay, por tanto, dos nihilismos. O mejor dos modos de nihilismo: el antiguo y el moderno. El primero se enfrenta a la nada que abraza el mundo (y por eso mismo, para el nihilismo antiguo, la aniquilación —la posibilidad de la catástrofe— es el horizonte del mundo). El segundo, sobre todo a través de la crítica a la superstición, afirma un mundo inerte frente a la posibilidad de un sentido o valor. Y curiosamente lo hace negando la paradójica realidad de la nada.

El primero es un nihilismo fecundo, en la medida que implica una valoración del presente como donación, llevando sobre sí el peso de una esperanza agnóstica, por increíble. El segundo, en cambio, será incapaz de distinguir entre un bien y un mal en los que no cabe añadir ninguna nota al pie. Pues no podrá comprender que la experiencia del don va con el del deber de preservarlo de la impiedad. Como si fueran las dos caras de una misma moneda. Desde las cimas que alcanza el espectador romántico —y Nietzsche no dejó de serlo— es difícil captar la diferencia entre hecho y acontecimiento. A lo sumo, tomaremos nota del acontecimiento, pero no calará en el tuétano de nuestra existencia.

El espectador romántico no queda sepultado por un silencio y una oscuridad sin resquicio. En las cimas hay demasiado orgullo —tampoco podría ser de otro modo, tratándose de un logro— como para permanecer bajo los escombros. En vez de la sepultura, el sentimiento de lo sublime. La escalada será, en cualquier caso, una variante de lafuga mundi de los monásticos. Aquí el único sufrimiento que cuenta es el propio —el de quien se siente como una rara avis frente a los demás. Y de aquí a que los demás se revelen como un infierno media un paso.

Deja un comentario

¿Qué es esto?

Actualmente estás leyendo Hume y Platón —y de paso, unas dosis de Descartes (y 3) en la modificación.

Meta