reduccionismo moderno
marzo 22, 2024 § Deja un comentario
Nunca he terminado de entender una de las operaciones básicas de la Modernidad, la que culmina en la filosofía de la sospecha y que consiste en aplicar la fórmula no es más que a los viejos asuntos del alma. Así, dirá Nietzsche, la compasión cristiana no es más que resentimiento —o el amor romántico, escribirá Dawkins, el gen buscándose la vida como puede. Ciertamente, el reduccionismo es el sesgo de lo racional. De hecho, con el todo es agua comenzó el despegue de la explicación científica. Sin embargo, el todo es de los antiguos no implicaba necesariamente una devaluación. Al contrario. La reducción racional en la Antigüedad miraba hacia lo alto. Aunque hoy no nos lo parezca, el agua de Tales poseía rasgos divinos.
Y digo que no termino de entender esta operación de la Modernidad porque creo que tiene algo —o mucho— de falaz y, en última instancia, de ideológico. Einstein podría haber dado con sus ecuaciones casualmente, bajo los efectos del alcohol. Ahora bien, aunque hubiera sido así seguirían siendo verdaderas. Al menos, mientras no se demuestre lo contrario. Paralelamente, puede que haya dosis de resentimiento en la compasión cristiana. En realidad, no hay sentimiento o motivo que sea químicamente puro. Pero la pregunta es si hay —o no— algo más que resentimiento. Y si ese algo más tiene o no que ver con la experiencia de un puro haber que, no siendo nada, trasciende el haber de las cosas.
Sin embargo, quizá el primer paso hacia el barro lo diera, precisamente, el Dios cristiano al negarse a sí mismo para poder reconocerse en el hombre. La Encarnación nunca fue una ejemplificación.
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