ambigüedad del horror
marzo 26, 2024 § Deja un comentario
En la compasión, también hay mucha satisfacción de sí. En la pasión romántica, genética. El amor de una madre oculta el amor al vínculo con el hijo. O al revés. No hay sentimiento químicamente puro. Tampoco terminamos de saber qué elemento pesa más. Y así nos movemos entre el no es más que y el más que. Todo está por decidir, si es que hay algo que decidir.
Pero ¿no fue Auschwitz el mal absoluto? En el horror, ¿puede haber también justicia? Es verdad que la hubo para los ejecutores. No pudo haberla para sus víctimas. En los lager, la justicia se encontró mezclada con el espanto. Pero también fue así durante los primeros años de la posguerra, donde las víctimas que sobrevivieron se pusieron el antifaz del verdugo. Para los heraldos de la justicia la metáfora es, por lo común, la de la siega, una metáfora campesina, esto es, pagana. Sin embargo, es la misma a la que recurrieron los profetas apocalípticos. Pero estos la desplazaron al final de los tiempos, más allá de la historia, impidiendo de este modo que podamos ejecutar la sentencia antes de tiempo, aun cuando la tentación sea siempre la de creer que los tiempos finales llegan con la rebelión campesina.
En cualquier caso, el horror parece encontrar su primera legitimidad en el derecho a la venganza —a la compensación. Se trata de la justicia del primate. ¿Qué podrá detener el ciclo interminable de la violencia? ¿La renuncia de las víctimas a la reparación, su perdón? ¿El sacrificio de Dios? Quienes no ven ningún abismo entre Dios y mundo —quienes transforman a Dios en un ídolo—, tarde o temprano cogerán la hoz en nombre de dios.
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