Dios y la eternidad

abril 10, 2024 § 2 comentarios

Creer que hay un Dios esperándonos en el más allá es como suponer que, tras morir, seguiremos viviendo al margen del paso de los días. En ambos casos, damos por sentado que sabemos de lo que hablamos. Pero, en realidad, no podríamos soportarlo de ser verdad. ¿Dopados de dicha sine die? ¿Acaso no nos preguntaríamos si eso es todo? ¿Que yo podría admitir que el todo sea ya el todo —que no hay más ni puede haberlo? ¿Un yo sin inquietud no es algo así como un cerdo satisfecho? Y si no hay yo ¿qué tendrá que ver con nosotros?

Erramos el tiro donde imaginamos la trascendencia, el motivo de la esperanza, como hechos de otra dimensión. Aunque, por otro lado, no podamos evitar imaginarlo así.

§ 2 respuestas a Dios y la eternidad

  • María del Mar dice:

    Me recuerdo de pequeña en mi cama por las noches pensando en el «siempre» tras la muerte, que era como yo interpretaba la eternidad, y me entraba una angustia terrible. Ahora realmente no sé qué pensar, y me parece que la teología cristiana no nos da muchas pistas a quienes nos sostiene la esperanza de que lo poco o mucho que hemos amado no se pierda para siempre.

  • Carmen dice:

    Una metáfora que me resulta sugerente para ilustrar nuestro problema con la eternidad es la que propuso Octavia Butler en su trilogía Xenogénesis. Tal como ha quedado en mi memoria, se resume a grandes rasgos de la siguiente forma: si la vida, en vez de estar organizada en los procesos de oxidación y combustión propios del carbono, se hubiera desarrollado en torno al poder de información del silicio, nuestras ideas sobre qué y como es vivir y subsistir no dependerían tanto del espacio y el tiempo, sino de parámetros ajenos a nuestra experiencia. Claro que, como los hijos del carbono que somos, no podemos imaginar más allá de nuestro «arder y consumirnos» en el espacio y el tiempo; lo cual no quiere decir que estemos ante un límite absoluto; tan «solo», que lo es para nosotros.

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