el todo es (la) verdad
abril 13, 2024 § 1 comentario
La verdad —lo que en verdad tiene lugar— es el todo, decía Hegel. Pues lo que vemos es siempre parcial, una perspectiva. Y por eso, la verdad en relación con lo que vemos —con lo que nos (a)parece— tan solo puede entenderse como adecuación. Y la verdad como adecuación es pobreza intelectual. La mujer, pongamos por caso, es siempre algo más que el cuerpo que nos seduce. Aun cuando ese algo más no sea simplemente un algo más. Este algo más no se da como el dato que nos falta, y que podríamos constatar desde otro punto de vista. La trascendencia está inserta en las cosas mismas. No hablamos, sin embargo, de los cielos. Se trata del todo. El todo esta presente en cuanto es de tal modo que cualquier perspectiva se decanta inevitablemente del lado de la ilusión óptica. El problema es que nunca vamos a ver el todo —nunca aparecerá como tal. Únicamente cabe pensarlo.
Ahora bien, los resultados de la reflexión nunca fueron incorporables —no es posible hacer cuerpo de cuanto es en verdad más allá de su aparecer en los sensible. No hay imágenes del todo. Y por eso seguimos con la perspectiva como si esta fuera verdadera. Ciertamente, se suele decir que la perspectiva es una parte de la verdad. Pero la verdad del todo no está hecha de partes. El todo no es una estructura —esto sería otra perspectiva—, sino una com-posición, y una composición de contrarios en la que no puede haber victoria sin que se imponga la nada. De nuestra fijación a la perspectiva solo nos salva la ironía. Así, que Sócrates fuese un irónico no debe entenderse —o no solo— como un rasgo del carácter. Por no hablar de la ironía del creyente. De ahí que probablemente aún estemos lejos de comprender qué reveló el cristianismo al proclamar que Dios tenía un cuerpo como el nuestro.
«De ahí que probablemente aún estemos lejos de comprender qué reveló el cristianismo al proclamar que Dios tenía un cuerpo como el nuestro.»: dado nuestra fijación a la perspectiva y la ironía inherente a ella, aún no hemos logrado comprender completamente las implicaciones y el significado de la doctrina cristiana de la encarnación, que enseña que Dios se hizo humano en Jesucristo. Esta creencia tiene un componente irónico, ya que sugiere que lo divino y lo humano, lo infinito y lo finito, pueden coexistir en una misma persona.