Manitu
mayo 25, 2024 § Deja un comentario
Imaginémonos que alguien nos dijera que cree en el Gran Manitu como el dios que da la vida. Y que cada noche, antes de acostarse, creyera comunicarse con él. Imaginemos también que estuviera convencido de que Manitu le encarga tareas. ¿Acaso no nos resultaría, cuando menos, raro?
Sin embargo, al verlo desde fuera ¿no estaríamos lejos de comprender? Probablemente. Ahora bien, si llegásemos a ponernos en su piel por aquello de la analogía, ¿no estaríamos todavía más alejados de una genuina comprensión? Pues ¿no es cierto que, tarde o temprano, la creencia —el mapa mental— se resquebraja? Y no porque, tal y como constatamos desde la grada, Manitu sea un nombre entre otros para designar lo mismo, sino porque, como en el caso de las teorías científicas, hay algo que no termina de cuadrar: la anomalía, la injusticia —literalmente—, el grano en el culo. Frente a la creencia como mapa mental, la fe siempre encontró su lugar en una salida de quicio.
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