jardín de infancia

mayo 30, 2024 § Deja un comentario

Para el niño que llevamos dentro, todo es aparición —todo le viene al encuentro. Como si hubiera una intención de fondo en cuanto es. Para el chico mayor, en cambio, todo es objeto de dominio. Se trata, simplemente, del resultado de la adaptación. Y el nihilista añade: en verdad, no hay aparición —nada nos viene al encuentro. La aparición, en cualquier caso, sería un trampantojo, eso que nos parece que es, un modo, ciertamente deformado, de ver las cosas.

Sin embargo, ¿hay otro modo de ver cuanto vemos… que no sea a través de las gafas que llevamos puestas de fábrica? ¿Hay más verdad donde contemplamos la existencia desde una enorme distancia? La distancia teórica —la que nos sitúa cerca del dios— ¿acaso no aporta su propia deformidad? ¿Se equivoca una madre cuando ve a su criatura como un milagro? ¿Está más cerca de lo real el mirmecólogo cuando entiende las relación humanas como una variante sofisticada de la que mantienen las hormigas entre sí? Más aún: si es cierto que (la) nada nos viene al encuentro, ¿no podríamos decir que, por eso mismo, hay aparición o, mejor dicho, que todo es testamento?

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