mercadillos

junio 7, 2024 § Deja un comentario

El mercado fagocita cuanto alcanza. O como dijera Marx, con el capitalismo, todo lo sólido se desvanece en el aire. Hoy lo compramos casi todo. El cuidado de nuestros pequeños, el de nuestros padres… Nadie tiene tiempo, salvo para trabajar y distraerse. Incluso el emparejamiento se ha convertido en una operación de compra-venta. Una discoteca —una fiesta— es un mercadillo. Y un mercadillo no te vende ningún andamio —ningún derecho a la reparación. Compras y te vendes. Y si sale mal —que saldrá donde vamos solo con las alforjas del consumidor—, siempre habrá una novedad en el estante con el brillo del oropel. Al menos, hasta que nos quedemos sin activos que ofrecer al cambio. A esto se le llama resignación, por no decir rencor. No en vano, Nietzsche se refirió al último hombre com a aquel que vive aplastado por el peso de la nada. Pues quien se libró de Dios creyéndose el más listo, tarde o temprano cae —y estúpidamente— en manos de cualquier dios. Y digo estúpidamente porque un dios, como el publicista, nunca cumple su promesa. No puede hacerlo.

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