difícil juicio
junio 17, 2024 § Deja un comentario
Decimos: el amor es sacrificial. O las personalidades geniales siempre fueron incomprendidas. ¿Esto es así? Vamos a suponerlo. ¿Cuál es, entonces, el problema? Pues que, aun cuando el amor sea en verdad sacrificial, del sacrificio no se deduce que haya amor. Por definición es así. Pero nunca topamos con el amor, sino con el sacrificio. Y el sacrificio no siempre responde al amor. Es cierto que los individuos geniales están al margen de lo común. Pero no por estar al margen de lo común se es un genio. Como dejó escrito Machado, solo el necio confunde valor y precio. La verdad —lo que acontece en cuanto pasa— no nos permite juzgar. De ahí la necesidad de un discernimiento, el cual, sin embargo, nunca podrá asegurar haber dado en el clavo.
¿Por qué? ¿Quizá porque, como viera Platón, no hay camino de vuelta de lo real a su hacerse presente en lo particular? Y no hay camino de vuelta porque lo real —el amor, la genialidad, la justicia, lo bello…— solo deviene actual desrealizándose. O por decirlo de otro modo, lo real solo aparece desapareciendo como absolutamente real. La aparición implica apariencia. El no-ser se halla en las entrañas del ser. Pues el ser tiene que negarse a sí mismo —darse— para, precisamente, ser. De ahí que lo primero o absoluto sea este acto, el hágase por el que el más allá se distancia del mundo… hasta retroceder a un pasado anterior a los tiempos —hasta devenir, precisamente ab-suelto o divino. Dios —la voluntad o acto originario— es inseparable del falso dios. La religión es la joroba de la fe. Por eso todo cuanto es esté por resolver. El amor, pongamos por caso, solo puede manifestarse no siendo del todo amor. O la belleza. O la justicia. Es lo que tiene que la negación de sí sea el envés de la afirmación.
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