ambivalencia del cuerpo
junio 20, 2024 § Deja un comentario
El cuerpo es la zulo del alma, dijo Platón. De acuerdo. Pues las urgencias del cuerpo —los impulsos genéticos— a menudo se enfrentan a nuestra más honda aspiración. Al cuerpo le basta con un buen trato.
Sin embargo, el cuerpo es también el lugar de la incorporación —del caer en la cuenta. Así, pongamos por caso, sabemos que el sí mismo es una máscara —que la imagen del espejo es un trampantojo. Es sabido que somos más que quienes somos. Pues el yo es un continuo diferir del cuerpo con el que se identifica —y de ahí que el yo en cuanto tal aún no sea nadie al margen de su identificación con un cuerpo. Ahora bien, hasta que el cuerpo no muerde el polvo —hasta que no es humillado— el que sepamos que, en el fondo, no somos nadie difícilmente cambia las cosas. En el día a día, seguiremos creyendo lo contrario.
La redención —el llegar a ser alguien— no depende, por tanto, de nosotros. Intentar serlo antes de tiempo —esto es, antes de que abracen nuestra indigencia desde la otra indigencia— es como intentar salir del agua tirando de los propios cabellos a la manera del barón de Münchhausen. Y ello, más que un error, es una estupidez. Las máscaras nunca se amaron. En la feria de las vanidades, tan solo el baile.
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