del cuerpo y la gnosis
junio 29, 2024 § Deja un comentario
Como es sabido, los cristianos gnósticos de la Antigüedad se burlaban de quienes creían en la resurrección corporal del crucificado. Como si fuera propio de imbéciles, literalmente, tomarse en serio el testimonio de quienes habían visto al Señor. Para los gnósticos, la resurrección tenía que entenderse simbólicamente, en definitiva, como un modo de hablar de la transformación interior. Hay detrás de esta convicción un desprecio del cuerpo, tan arraigado, por otra parte, en el mundo griego. En este sentido, nada espiritual podía esperarse, por ejemplo, de las relaciones sexuales. Pues es como si alguien pretendiese transformar en una experiencia religiosa el hecho de defecar a diario.
Pues bien, teniendo esto mente, la fijación de la vieja Iglesia en las cuestiones del sexo, su intento de diferenciar aquí entre lo recto y lo desmedido, ¿acaso no debería entenderse como uno de los frentes del combate que libró, y de algún modo sigue librando, contra la gnosis? Otro asunto es que la Iglesia, tradicionalmente se haya quedado fijada en este asunto. Pero una cosa no quita la otra. Quienes, en el campo intelectual, defendieron la resurrección corporal —desde Tertuliano hasta Ireneo— ¿no comprendieron mejor que los gnósticos que no hay experiencia de Dios que no apunte, precisamente, a lo inviable? Es en este sentido que debe entenderse el es cierto porque es imposible de Tertuliano.
Y es que no hay interiorización sin incorporación —sin un hacer cuerpo. Ahora bien, es innegable que en el cuerpo hay de todo. De ahí que la santificación del cuerpo no pase, como creyeron los gnósticos, por purificarlo, sino por ver nuestra condición corporal desde la óptica del don. Por esto mismo, casi podríamos decir que en la gnosis, a pesar de su altura retórica, hay más ingenuidad que en las supersticiones de los cristianos oficiales. Sobre todo, si tenemos en cuenta, las historias, más crudas que naïves, que hay tras las fórmulas del credo.
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