la búsqueda

julio 13, 2024 § Deja un comentario

Imaginemos que hubiese quien buscase sinceramente a Dios como quienes buscaron los restos del Titanic. ¿Acaso podría interesarle ——y por tanto, hacer— algo que no fuera esto? Al margen de esta búsqueda —y de sus resultados—, no somos ni fríos, ni calientes. Y no ignoramos lo que hará Dios con los tibios —vomitarlos. Ap 3,16.

Ahora bien, ¿qué nos dicen los evangelios al respecto? Pues que quien termina por encontrar a Dios topa con su enmudecimiento. Dios es terrible porque es terrible su silencio. Dios en verdad ocupa el lugar del dios. Y lo que esto significa es que la realidad de Dios —de su absoluta alteridad— coincide con su falta de entidad. De lo contrario, ¿qué exceso para Dios —qué trascendencia? Pero Dios es su misericordia, se nos dirá. De acuerdo. Sin embargo, cristianamente, la misericordia de Dios es la del abandonado de Dios que, abandonándose a Dios, perdona a quienes siguieron golpeando el clavo. Y ello porque la raíz de esta misericordia es, precisamente, Getsemaní. Al fin y al cabo, nadie intima con Dios que no hunda su rostro en la tierra.

De ahí que, según el cristianismo, Dios no sea solo el Padre. Sencillamente, el Padre, en sí mismo, aún no es nadie sin el Hijo. Y me atrevería a decir que aún estamos lejos, cuando menos, de comprenderlo.

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