empalados

septiembre 8, 2024 § Deja un comentario

Estamos demasiado acostumbrados a la cruz —incluso hemos hecho de ella una joya: solo falta el osito crucificado— como para caer en la cuenta de su escándalo: el que pasaba por enviado de Dios murió como un despojo humano. Para quienes no ignoraban que significaba la palabra Dios, este final era, sencillamente, inadmisible. De hecho, fue durante mucho tiempo un motivo de burla por parte de los paganos: ¿un Hijo de Dios colgando de una cruz? Para hacernos una idea de las dimensiones del asunto quizá baste con imaginar que el de Nazaret no murió colgando de una cruz, sino empalado. En realidad, si nos tomamos en serio a Marcos, ni siquiera el enviado podía creérselo. Al final, un grito desgarrador.

Llegados a este punto, alguien podría decirnos que una cruz —un empalamiento— no deja mucho espacio para el perdón. Sin embargo, en esa situación, no maldecir ya es perdonar. Como esa madre que, ante el desprecio del hijo, guarda silencio. Y es que hay silencios que son más elocuentes que las palabras. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no hay intención que pueda soportar hasta el final el peso de nuestras palabras.

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