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septiembre 15, 2024 § Deja un comentario

O la mujer —o el árbol, la mosca…— es un milagro; o, en definitiva, no es más que res extensa, aun cuando nos digamos, ilusamente, que es algo más. Como el árbol o la mosca. Al fin y al cabo, se trata de aclararse con respecto al es. Las cuestiones últimas son últimas por algo. Pues no es lo mismo que lo verdadero se nos presente como donación que como objeto. Y no es lo mismo porque con la pregunta por el sentido de ser está en juego, como vieron los griegos en su momento, nuestra profundidad —que seamos algo más que chimpancés espabilados.

Quizá valdría la pena que nos tomásemos un poco más en serio a Nietzsche, cuando dijo que con la muerte de Dios muere también el hombre. Y es que el hombre está muerto donde su deambular por el mundo, y estando, como está, atrapado por la reducción de la verdad a objetividad, se halla por entero al servicio de la lógica del dominio tecnológico de cuanto hay, aquel cuyo principio es, precisamente, si es posible, entonces debe llevarse a cabo.

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