el regreso del asunto Dios

febrero 15, 2025 § Deja un comentario

Últimamente, vuelve a situarse en primer plano el tema de Dios en relación con la ciencia. La tesis de las nuevas demostraciones es que la mejor explicación del orden que observamos en el universo es la existencia de una inteligencia creadora. En el fondo, se trata del viejo argumento del jardinero: si, de repente, topásemos con un jardín, mientras deambulamos por un bosque lleno de maleza… es inevitable pensar que ese jardín no puede ser casual. Podemos estar de acuerdo.

Sin embargo, lo que me llama la atención es que, en este debate, nadie se pregunte si habríamos demostrado la existencia de Dios de dar por bueno el argumento del jardinero. Pues lo cierto es que, en ese caso, tan solo habríamos probado la existencia de un ente superior… y Dios, en sí mismo, carece de entidad. La realidad de Dios, por poco que entendamos los textos bíblicos, no es la del ente. No puede serlo, tratándose, en verdad, de Dios. O por decirlo en clave filosófica, el fundamento de cuanto es no pertenece a la totalidad de cuanto es.

De hecho, el cristianismo, de mantenerse fiel a la revelación, no puede admitir que Dios sea alguien al margen de su encarnación. La dogmática cristológica no viene a decirnos otra cosa: Dios en sí mismo —a saber, el Padre— no es aún nadie sin el Hijo (y viceversa). Cristianamente, Dios no tiene otro quién que el de aquel que fue crucificado en su nombre. No hay otra presencia de Dios —otro presente— que el de su cuerpo —y, en su defecto, el de su espíritu, esa promesa. Un Dios que existe por su cuenta y riesgo a la manera de un ente supremo no hace buenas migas con la confesión creyente. Desde la óptica que concibe la realidad de Dios en los términos de la existencia de un ente supremo, la encarnación no puede entenderse más que como un haber adoptado el aspecto de un hombre. Ahora bien, esto es, precisamente, lo que fue ferozmente rechazado por la Iglesia de los primeros siglos. Y no por intolerancia.

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