heme aquí (2)

julio 28, 2025 § Deja un comentario

¿Qué observamos, por lo común, en la gente? Un continuo ir de aquí para allá. Esto es, un siempre estar en otra parte. Desesperación. Se trata de mantenerse ocupado, distraído, disperso. Y aquí la imaginación —la fantasía— juega su papel, un papel determinante. En el fondo, sigue operando la lógica del deseo, el cual siempre promete en falso. Como si la paz de espíritu dependiera de obtener lo que aún no poseemos.

¿Inquietud? No, en el mejor sentido de la palabra, aquel que vincula la inquietud con el espíritu de la búsqueda. Más bien, no poder soportar estar a solas. Pues detenerse supondría darse cuenta, como en el caso del coyote, de que bajo nuestros pies solo hay abismo. Todo, entonces, sería espejismo.

Por contraste, el momento de la sensación verdadera sería aquel en el que no cabe ir más allá, algo así como un hasta aquí hemos llegado. Ciertamente, estamos ante un momento paralizante. Es lo que tiene lo serio. Sin embargo, dicho momento también abre la posibilidad de un nuevo comienzo. Habrá un antes y un después.

Aunque, cogiendo el rotulador grueso, diría que hay dos tradiciones espirituales con respecto a este asunto. Una, sería la de Israel. La otra, la del budismo zen. ¿Qué las distingue? En ambos casos, el presente se vive, ciertamente, como absoluto: estar de una pieza en el aquí y el ahora. Como el artesano que vive centrado en —y por— su tarea. Pero, en el caso de Israel, a la constatación del hasta aquí le sucede el ahora qué quieres que haga. Y esto es lo interesante.

Pues la pregunta no es y ahora qué hacer, sino qué quieres… ¿Quizá porque el creyente se imagina un tú espectral? Es posible. Sin embargo, el al que responde Israel es, en verdad, el de aquellos que sufren el peso de un Dios en falta. Al menos, porque Dios se refleja, precisamente, en el rostro de los que claman por Dios.

En realidad, al margen de ester reconocerse en su rostro, Dios aún no sabe quién es. Como quien dice.

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