qué es
septiembre 2, 2025 § Deja un comentario
Vemos lo que vemos —y tal y como lo vemos. Así, decimos: hay árboles. O también: hay Dios porque siento que hay un Dios. No es necesario suponer que quizá estemos dentro de un sueño o bajo los efectos de una brutal alucinación. De hecho, esta extravagante suposición tan solo posee una función epistemológica al apuntar a la posibilidad de la certeza absoluta —y la noción de verdad desborda, originariamente, los límites que le impone la preocupación por una saber del que no quepa la más mínima duda. Para desconfiar de los que nos parece verdadero, bastan los resultados de la investigación: la tierra no es plana, el Sol no gira, en la mesa sobre la que nos apoyamos hay más vacío que materia…
Estos resultados, no obstante, simplemente proporcionan una nueva apariencia… que difícilmente llegaremos a incorporar. Se trata de la realidad que se presenta al intelecto, y, por eso mismo, a sus condiciones. Estamos, pues, ante una realidad deducida —y aquí el cuerpo no nos sigue: la mesa sigue siendo dura, no podemos vernos dando vueltas alrededor del Sol… De ahí la pregunta metafísica par excellence por la ignotum X de la experiencia, por lo real al margen de su hacerse presente —una pregunta que, de hecho, pretende pillar la cosa por detrás, como decía Hegel.
El presupuesto implícito de las apariencias es, por tanto, que hay más —que tiene que haberlo. Sin embargo ese más nunca será el de otro mundo. Pues en ese caso simplemente habríamos desplazado la cuestión. Aunque nos lo imaginemos así.
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