fenomenología básica

septiembre 15, 2025 § 3 comentarios

Un sacerdote le dice a quien le quedan pocos meses de vida: cada día es un milagro. Dios te espera. Y lo dice con profunda convicción. Ambos, viven dentro de este mapa mental. Además, lo sienten de corazón. Y en este mapa mental permanecen.

El filósofo, en cambio, es quien sospecha de lo que le parece verdadero o, incluso, incuestionable. Y así, al interrogarse sobre la verdad de lo que siente, se sitúa a una cierta distancia de sí mismo, en una especie de tierra de nadie. Evidentemente, la reflexión —ese volver críticamente sobre uno mismo— bloquea de algún modo la vida más espontánea. Ahora bien, la búsqueda de la verdad del filósofo terminará con las manos vacías. Aunque tampoco se irá, anímicamente, de vacío. En el fondo, hablamos de una docta ignorantia.

El creyente recorrerá un camino paralelo. Pues el salto de la fe, a diferencia de la suposición interiorizada de quien asume un mapa mental, tiene su momento, un momento, literalmente, crucial. En los Gólgota, los mapas mentales caen hechos pedazos. Las manos, también vacías… aunque con los callos de quien se ha pasado media vida cavando pozos de agua para los sedientos. Ahora bien, en vez de un sano escepticismo, una ciega esperanza. Y digo ciega porque, estrictamente, no se trata de un ideal o una expectativa difícilmente realizable, en definitiva, de algo que quepa visualizar, sino, más bien, de un debe suceder en nombre de. Pues lo decisivo de la vida creyente siempre fue a qué nos obliga mientras tanto la imposibilidad de Dios —su extrema trascendencia.

§ 3 respuestas a fenomenología básica

  • Esteban Martinez Chamorro dice:

    ¿Puede un corazón albergar a la vez la sospecha y la esperanza? ¿Es contradicción habitar a la vez la sospecha y la esperanza, o es, simplemente, ser humano? Quizás el creyente es quien, tras perder la seguridad del sacerdote y atravesar la sospecha del filósofo, se aferra todavía a la esperanza.

  • josep cobo dice:

    Ciertamente, no, si se trata de la sospecha por la sospecha. Pues, en ese caso, el centro sigue siendo un yo en busca de certezas… que aseguren, precisamente, su posición central. La «sospecha» creyente, en cambio, encuentra su «humus» en los Gólgotas de la historia. De ahí que, y en tanto que creyente, la incertidumbre no se resuelva en los términos de un saber hipotético, sino en los de un «permanecer a la espera». Y a la espera de lo imposible «en nombre de». Al menos, es lo que me atrevo a decir.

  • Esteban Martinez Chamorro dice:

    Gracias, Josep. Entiendo ahora que la fe no elimina la sospecha, sino que la sostiene en la espera de lo imposible.

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