ateísmo, agnosticismo y religión
octubre 24, 2025 § Deja un comentario
Suelo decir que el cristianismo está más cerca del ateísmo que de la religión. La razón es que la religión, en general, suele responder a las preguntas últimas antes de tiempo. Y, desde la óptica cristiana, incluso la verdad de Dios se halla en manos de Dios, por así decirlo.
Sin embargo, ¿por qué ateísmo y no agnosticismo? Acaso porque el agnosticismo deja la puerta a que haya algo más allá. Es decir, admite la posibilidad de que la religión dé en el clavo. Ahora bien, es posible que la religión dé en el clavo. Pero aún no será el clavo de Dios.
Y es que cuestión, diría, no es que haya algo más, sino si, al final, podremos vivir en paz, como hijos de un mismo padre. Que Caín no vuelva nunca más a alzar su mazo contra Abel. De haber algo más ahí arriba , no sería Dios, sino a lo sumo dios. Y esta es la cuestión porque, para la tradición bíblica, la realidad de Dios, su extrema trascendencia, no tiene nada que ver con más de lo mismo, pero a lo grande y ahí arriba, sino con la promesa —el por-venir— de Dios. El asunto se las trae. Al menos, porque la realización de Dios —su presentarse— va con el final del mundo. El haber de Dios nunca fue el de los entes. Ni siquiera donde añadimos superiores.
De ahí que, desde los comienzos, el horizonte de la esperanza creyente fuese una nueva humanidad, la recreación, un reset de dimensiones cósmicas, en definitiva, la resurrección de los muertos. Hablamos, sin duda, de lo increíble por imposible. Es en este sentido que me refiero a la la proximidad con el ateísmo. Y es que sostener que no podemos esperar nada más allá, salvo lo imposible, es casi como decir que no hay nada que esperar. Y sin el casi, de entender el cristianismo como la gran ironía de Occidente.
Quizá no sea causal que la revolución sea un asunto de raíz cristiana. Pues revolución significa hacer tábula rasa del pasado para comenzar de nuevo. Pero nada nuevo puede surgir de unas manos que aún conservan los restos de la sangre de Abel. Sencillamente, sin Dios, Nietzsche tiene razón. No esperes más que la reiteración, los mismos perros, con distintos collares.
¿El problema? Que no vamos a refutar a Nietzsche donde nos limitamos a decir aquello de siento que hay un Dios que me ama locamente. Quiero decir que el cristianismo tiene sus días contados donde se limita a cultivar el narcisismo espiritual. A menos que se conforme con la secta, renunciando a su catolicismo. Sin duda, es posible que sobreviva su ethos. Pero sobrevivirá, sin la excusa de Dios. Es decir, con culpable ingenuidad.
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