…para rescatarnos de toda impiedad…

diciembre 25, 2025 § Deja un comentario

Donde partimos del significado heredado —de la tradición—, díficilmente entendemos su alcance. De este modo, al decir, pongamos por caso, que Jesús es Dios espontáneamente proyectamos las emociones asociadas a la palabra Dios sobre el hombre que fue Jesús de Nazaret… convirtiéndolo en Dios antes de tiempo —y, de paso, cayendo en una variante del antiguo docetismo.

Así, para comprender lo desconcertante de la confesión creyente deberíamos retroceder hasta topar con el galileo… cuando aún nadie se atrevia a proclamar su filiación. Basta con imaginar que andamos en medio de tinieblas como los sobrantes —como quienes viven bajo la bota de un poder implacable y, por eso mismo, cruel— para caer en la cuenta de lo que pudo significar la irrupción de un hombre bueno que anunciaba la liberación de Dios. En esa situación, quienes se atrevieron a confesar tú eres el Cristo —y más, si fue al pie de la cruz—, estuvieron lejos de delirar. Pues un cristiano, por definición, siempre proclama su fe ante el tribunal del César, esto es, ante la impiedad del mundo. La genuina esperanza, a diferencia de la mera expectativa en un ideal, se incrusta en la carne como pro-vocación.

De lo anterior se desprende que donde recitamos el credo estando bien situados —donde solo vemos el horror por televisión—, no hacemos más que tomar el nombre de Dios en vano. Y en ese caso, quizá sea preferible sustituir el cristianismo por una creencia menos ambiciosa, una que no pretenda más que promover los buenos sentimientos.

Deja un comentario

¿Qué es esto?

Actualmente estás leyendo …para rescatarnos de toda impiedad… en la modificación.

Meta