risen (6)

junio 8, 2016 Comentarios desactivados en risen (6)

¿Por qué resurrección del cuerpo, aunque se trate de un «cuerpo espiritual», en vez de simplemente «inmortalidad del alma»? ¿Quizá porque la salvación es para el hombre y no para su espectro? Ciertamente, aquí el cristianismo, qua judaísmo, da por descontado que el hombre no es un alma encerrada en un cuerpo, sino un cuerpo capaz de Dios (aunque, ciertamente, no por sí mismo). La salvación, cristianamente hablando, no consiste, pues, en liberar el alma del cuerpo, sino en rescatar al hombre del poder de Satán y, por tanto, de la muerte, en defintiva, en volverlo capaz de la vida de Dios. Así, el resucitado o bien sigue siendo, de algún modo, «uno de los nuestros», o bien su inmortalidad no nos incumbe, es decir, no constituye una buena nueva para nosotros, los hombres. En el fondo, el anuncio cristiano es muy simple: lo imposible, esto es, lo que no puede comprenderse como una posibilidad del mundo —la irrupción de Dios, mejor dicho, del reinado de Dios— ha tenido lugar. Con otras palabras: por la gracia de Dios, una nueva humanidad ha comenzado con la resurrección del crucificaado. La creación ha sufrido un reset. No es de extrañar que quienes creyeron en ello, salieran a las calles como locos a proclamarlo. Para el que cree, la historia posterior a Cristo es un tiempo de consumación de lo que ya comenzó con la exaltación del Hijo. Nada nuevo, por tanto, puede ocurrir. Ninguna nueva revelación. Y, ciertamente, la aparición del cristianismo ha hecho posible una nueva era, un tiempo en donde la humanidad se ha ido emancipando, sí, pero de la tutela y el juicio de Dios. Pues un Dios que se identifica con el hombre ¿acaso no termina haciendo del hombre un dios para sí mismo? Un Dios-amor ¿acaso podrá ser amado por el hombre, una vez pierda de vista el temor de Dios? ¿Acaso no le perderá el respeto? De ahi que no parezca que estemos hoy en día  ante una consumación de lo anticipado por la resurrección. Será verdad que con el tiempo, todo acaba siendo otra cosa. Sin embargo, quién le iba a decir a Dios que el heredero del espíritu de a resurrección llegaría a negarle, quedándose, eso sí, con la idea de una historia que va necesariamente a mejor, pero cuyo destino no depende ya de Dios, sino del esfuerzo, tecnico y moral, del hombre. 

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