sujeto y verdad

marzo 10, 2019 Comentarios desactivados en sujeto y verdad

Quizá la cuestión no sea si hay o no verdad, sino qué sujeto hay detrás de cada verdad. Esto puede entenderse —y de hecho se entiende, por lo común— como si dijéramos que cada sujeto tiene su verdad. Pero de entenderlo así, presupondríamos que todos nos encontramos en el mismo plano. Y no me atrevería a decirlo. Ciertamente, no vemos lo mismo desde cualquier situación (y un sujeto es siempre un sujeto situado). Pero hay situaciones que nos impiden ver cuanto exige ser visto o reconocido. No es lo mismo estar a ras del suelo que subido a las ramas de un árbol. Pues la verdad no es primariamente la correspondencia entre nuestras creencias y los hechos, sino un tener lugar de cuanto es en verdad. Y no es posible dar fe de lo segundo en los términos de una adequatio, sino en cualquier caso dialécticamente. Cuando menos, porque el tener lugar de lo real solo es posible donde el carácter otro de lo real retrocede, como quien dice, en su hacerse presente a una sensibilidad. En este sentido, no es lo mismo creer que no hay más que lo que puede ser asimilado por los esquemas mentales de la subjetividad que estar convencido de que la alteridad de lo real es, precisamente, lo que no cabe asimilar en lo asimilable. No es lo mismo ser un consumidor que un místico. No es lo mismo vivir de la posesión de cuanto pueda saciarnos, que expuestos a la desmesura de la alteridad. Y es que la alteridad no deja de ser ese resto invisible de lo visible, lo esencialmente inadecuado o extraño. Nos equivocamos donde creemos que ya hemos alcanzado al otro donde simplemente tratamos con su imagen. De ahí que no jueguen en la misma liga quienes se encuentran mordidos por la inquietud de una búsqueda que quienes, entre los estantes del super, no buscan otra cosa que el producto que pueda satisfacer su deseo. Los primeros no ven nada, mientras que los segundos solo ven. O por decirlo de otro modo, los primeros responden a una voz, mientras que los segundos se limitan a reaccionar a los estímulos del entorno. Los primeros son conscientes de que existimos como arrancados. Los segundos, en cambio, dan por sentado que es posible construir un hogar (y permanecer en él). Los primeros son libres. Los segundos, creen serlo, al menos mientras puedan seguir comprando. Quien está fijado a las apariencias —aquel que identifica lo que es con lo que le parece que es— habita el mundo como el que ha sido seducido por las formas de un inmenso holograma.

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