difícil libertad
diciembre 18, 2019 § Deja un comentario
Hay dos libertades. La del filósofo y la del cristiano. La primera consiste en un estar por encima de cuanto nos sucede o pueda sucedernos. Que nada que no importe nos afecte. Podríamos decir que se trata de la libertad del carácter, la que nace de un dejar de temer, se trate de lo que dirán, de la soledad o, incluso, de la propia muerte. Al fin y al cabo, como decía Lucrecio, no podemos aspirar a otra libertad que la de contemplar el naufragio desde la distancia. Por eso quien se encuentra por encima de sí mismo se encuentra por encima del mundo. Como si su patria fuese el más allá. En cambio, la libertad cristiana no está hecha con los materiales de la desafección. Ciertamente, uno no importa. Pero sí el que sufre. Y un cristiano, al menos sobre el papel, no deja de ser rehén del que no cuenta. Si Dios es el Señor, el pobre es nuestro Señor. Cristianamente, nadie es dueño de sí mismo. De ahí que la libertad cristiana sea la de una respuesta incondicional a una demanda que trasciende la posibilidad del hombre. Como si nuestra entera existencia estuviera en juego ante aquel que nos saca de quicio con su clamor.
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