de segundas
enero 18, 2020 § Deja un comentario
Es posible que el cristianismo no sobreviva como ingenuidad infantil. O quizá sí. Pero solo como secta. Con todo, la primera ingenuidad siempre fue algo de lo que podemos prescindir —por no hablar de algo de lo que deberíamos prescindir. Ocurre aquí como con el amor. Nadie que no vaya cargado de virtud sobrevive a la desaparición del espejismo. Y quien dice virtud, dice fuerza. Ahora bien, la fe no es el resultado de un esfuerzo intelectual. En cualquier caso, este es posterior. La fe vive de su ingenudad. Pero se trata de un ingenuidad pasada por el tamiz del sufrimiento, sobre todo el de los que sobran. Hablamos, pues, de una ingenuidad lúcida o, si se prefiere, de una segunda ingenuidad. Como también en el caso del amor. Tampoco es casual. Y es que no hay quien viva si no nace de nuevo.
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