apocalipsis
febrero 7, 2020 § 1 comentario
Como es sabido, la palabra apocalipsis significa tanto revelación como tiempos finales. Aquí la ambivalencia no es casual. Pues nos da a entender que nada se nos revelará donde sigamos confiando en nuestra posibilidad —donde creamos que la fuerza nos acompaña—. Por lo común, damos por sentado que uno puede creer en la proclamación cristiana desde cualquier momento o situación. Pero no es así. Mientras los cielos no se derrumben, no es que simplemente seamos incapaces de confesar que el sí o el no de nuestro estar en el mundo se decide ante un crucificado, sino que no llegaremos ni siquiera a comprenderlo. De hecho, nos parecerá que no hay para tanto, por no decir un absurdo. Ciertamente, no todos los que creen han sobrevivido a la catástrofe. Pero un fe honesta, cuando menos, ha de ver el mundo desde la óptica de los que volvieron con vida de la muerte. De ahí que la fe del cristiano de a pie sea la fe de quienes regresaron, precisamente, con fe. De no ser así, no creerá, sino que, en cualquier caso, creerá que cree. Y no es exactamente lo mismo.
Tal como lo veo, una testigo de esa fe sería claramente Fani, la mujer de Franz Jägerstätter. El interrogante es si aún quedarán treinta y seis Franz/Fani para que el mundo se sostenga o si, como dice el pintor en Vida oculta, no estaremos ya en esos tiempos más oscuros en que los humanos nos hemos hecho más sapientes y astutos, y Franz/Fani habrían estado entre esos últimos «capaces de Dios». Confiemos en que ahí sigan, aunque ocultos.