¿qué espera quien espera?
noviembre 21, 2020 § 1 comentario
La esperanza cristiana es para los desesperados. Para el resto, la expectativa. Y es que la esperanza es algo así como un clavo ardiendo. Quien permanece a la espera de Dios permanece a la espera de lo imposible —de lo que el mundo no puede admitir como posibilidad, algo así como un reset cósmico. Pues al desesperado, el mundo se le presenta como una condena sin posibilidad de remisión. Como escribiera Pablo, fuimos salvados en la esperanza. Porque Jesús fue rescatado del sheol, la muerte no tendrá la última palabra. Ahora bien, Pablo dijo lo que dijo porque estaba convencido de que el mundo, tras la resurrección del crucificado, había llegado a su fin. Pero, teniendo en cuenta de la historia siguió su curso como si nada la hubiese partido en dos, esto está muy cerca de decir aquello de largo me lo fiáis. De hecho, los de las pateras esperan poder alcanzar un nuevo mundo; el esclavo, su liberación; el hambriento, el pan de cada día. Y Dios no parece que esté por la labor de intervenir ex machina. Por eso, y mientras no llegue el final de los tiempos, los desesperados no deberían esperar gran cosa de Dios. En realidad, y en tanto que no es aún nadie sin el fiat del hombre, no puede intervenir. No es casual que Israel terminase focalizando su esperanza, no en la intervención directa de Dios, sino en la de su enviado. Sencillamente, quien cree en Dios espera la aparición de un mesías de carne y hueso. Al fin y al cabo, como suele decir Javier Vitoria, la providencia de Dios son las mujeres y los hombres buenos. Como si el clamor de los que sobran solo pudieran esperar un gesto de bondad. Tampoco es, sin embargo, poca cosa.
Entiendo mejor en el contexto de estas palabras que Dios no es aún nadie sin el fiat del hombre. Sin él no puede intervenir. Espera de las mujeres y los hombres buenos