depende
octubre 24, 2021 § Deja un comentario
Si la religión se basa en el sentimiento de dependencia —si este es el reverso de nuestra fragilidad—, entonces la religión no tiene cabida en un mundo donde el hombre entiende cualquier dependencia como contraria a su libertad. Otro asunto —y este sería el asunto que el cristianismo pone religiosamente encima de la mesa— es que la verdadera dependencia no se dé con respecto a una potencia inconmensurablemente superior, sino en relación con lo inferior, en concreto, frene a un Dios caído en desgracia. La cuestión, sin embargo, es cómo entender esta dependencia. Pues, desde la cruz, difícilmente podemos entenderla análogamente a la que experiementa un hijo con respecto a su padre todopoderoso (desde la óptica del hijo). Quizá como aquella aquella en la que se decide, paradójicamente, el sí o el no de nuestra entera existencia. Esto es, el seguir incurvatus in se o de pie. Aunque este de pie sea un de rodillas. Pues el hombre solo logra elevarse por encima de sí mismo ante el extraño o absolutamente otro, en última instancia, respondiendio a su acusación. De ahí que, cristianamente, la extrañeza del extraño no resida en un rasgo gigantesco, al menos, porque lo gigantesco no tiene nada de extraño, a pesar de que, ciertamente, pueda impresionarnos, dado que no es más que lo que quisiéramos para nosotros mismos, sino en lo que dejamos atrás por despreciable, el excremento del que quisimos separarnos para devenir alguien, aquel que se convirtió en invisible a causa de que no pudimos ni verlo. Sin embargo, acaso no haya otra liberación que la que pasa por abrazar al desestimado. O mejor dicho, en dejarse abrazar por él. El problema es que no se trata de algo que podamos preferir como quien no quiere la cosa.
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