Abel
diciembre 1, 2021 § Deja un comentario
Esto ya se sabe: Abel es el bueno; Caín, el malo. La idea de fondo es que la ofrenda agradable a Dios no es la que responde al mérito, sino al don: Abel da lo que se le dio. Sin embargo, nada se nos dice de lo que Abel sintió en lo más íntimo. ¿Acaso la preferencia de Yavhé no la vivió como injusta? La envidia, ciertamente, es una de las raíces del mal. Pero que la vida le fuera bien, gracias a Dios, ¿no tiene algo de arbitrario? ¿Es que no llegó a experimentar una cierta piedad por su hermano? No estamos ante preguntas religiosamente supérfluas. La lectura, en cambio, es otra, si dejamos de ver a Dios como un repartidor espectral, esto es, si pasamos a verlo como aquel que no quiso ser Dios sin la entrega del hombre. La pretensión de Caín, sencillamente, no dejó que Dios fuese el que es. Con todo, aquí no hay que olvidar la marca en la frente. Como si el relato quisiera darnos a entender que, para los caínes de la historia, no todo está perdido. Aún.
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