sano escepticismo
marzo 4, 2022 § Deja un comentario
Como sabemos, Hume fue un escéptico. A pesar de su defensa de la empiría frente a la hybris del racionalismo, estaba lejos de confiar en las sensaciones. Mejor dicho, lo que dijo es que con respecto a ellas solo cabía confiar. No podemos ir más allá de lo que nos parece que es, de la suposición. La inducción no conduce a ninguna certeza. Si creemos lo contrario es porque hasta el momento la generalización nos ha ido bien: de momento, el Sol sigue saliendo por el horizonte (y así nos pasamos de rosca creyendo que esto siempre será así). Bertrand Russell propuso una parodia del principio de inducción: el pavo se equivoca si da por sentado que quien lo engorda día a día lo seguirá haciendo de por vida (en realidad, no se equivoca; lo que ignora es que la fecha de caducidad ya está impresa). En clave humana, damos por hecho que nuestra madre nos quiere… y que no dejará de querernos. O que somos quienes decimos ser. La idea de fondo es que si creemos pisar tierra firme es porque creemos que la hay. De lo contrario, la existencia se nos haría insoportable. Sin embargo, lo que no es de recibo es que algunos apologetas aprovechen el viento a favor para colar la legitimidad de la fe en Dios. Como si no pudiéramos dejar de creer —como si la creencia viniese de fábrica—. Ahora bien, una cosa es creer en lo que vemos y otra, muy distinta, confiar en un Dios fuera de campo. Aquí la creencia es excesiva. Pues no se trata de algo que, hoy en día, demos por descontado. Para Hume, la experiencia del mundo se basa en creencias compartidas, en modo alguno en lo que suponemos por nuestra cuenta y riesgo. No obstante, lo cierto es que la fe en Dios nunca se basó en la suposición del creyente, sino en la imposibilidad, precisamente, de suponer que hay un titiritero espectral que, desde las alturas, supervisa, de un modo a menudo desconcertante, nuestra existencia. El defensor habitual de la fe riega fuera de tiesto donde da por hecho que la fe y las creencias juegan en la misma liga.
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