Ex 3

marzo 21, 2022 § Deja un comentario

¿Una zarza que arde sin consumirse? ¿Qué hay tras el suceso paranormal? En primer lugar, aquí no se trata de un fenómeno excesivo, como pueda ser un tsunami o una supercélula, sino imposible. La experiencia de Dios en verdad no se da ante lo gigantesco —pues lo gigantesco es solo circunstancialmente gigantesco—, sino ante lo imposible. Hallarse expuesto a la trascendencia de Dios es, por tanto, encontrarse frente a lo que el mundo no puede admitir como posibilidad. Sin embargo, no es cuestión únicamente de interiorizar nuestro estar expuestos a la posibilidad de lo inconcebible. La imposibilidad de Dios, al fin y al cabo, la amenaza que envuelve el mundo, exige un ponerse en situación. La respuesta del hombre —la de Moisés, como fue la de Abraham— es un aquí estoy. Hablamos, consecuentemente, de una disponibilidad fundamental. YWHW, de entrada, se presenta como el Dios de los patriarcas. Como dando a entender que sin la fe del hombre, Dios no es. O como leemos en el Talmud, si tu crees en mí, yo soy; si no crees, no soy. Dios es el Dios que no quiso ser alguien sin la adhesión de su criatura. Lo decisivo, sin embargo, es lo que viene a continuación: he escuchado el clamor de los que sufren: ve y dile al faraón…. La disponibilidad del hombre es la que lo arroja a un tener que responder —a la responsabilidad para con Abel—. Pero ¿en nombre de quién?, replica Moisés. Esto es, con qué fuerzas cuento. Pero Dios no responde como Moisés hubiera preferido. YWHW dice simplemente soy el que soy —o seré, en traducción acaso más justa—. Esto es, ya se verá. El presente de Dios va ligado, por consiguiente, a su futuro. Un futuro que, sin embargo, dependerá de la respuesta del hombre a su invocación. De Dios, en los tiempos históricos, tan solo lo que se desprende de su extrema trascendencia, el don de la vida y el deber de preservarla frente a las formas de la impiedad. Es lo que tiene un Dios que depende del hombre que depende Dios. No cabe esperar, por tanto, ninguna intervención ex machina. Salvo que sigamos siendo unos fantasiosos. Pero la Biblia, a pesar de lo que nos parezca en un principio, no es un libro de literatura fantástica.

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