de los nombres de Dios
junio 18, 2022 § Deja un comentario
Dicen muchos, hoy en día —y muchos que pasan por cristianos: el nombre no importa; lo que importa es la “cosa”, esto es, Dios. Así, los diferentes nombres reflejarían simplemente diferentes perspectivas de lo mismo. No obstante, lo que acaso ignoran es que esta es la tesis del antiguo paganismo. Fácilmente, podrían replicar ¿y qué más da? Y, sin duda, el asunto apenas importa si se trata de la cosa, aunque se añada algún adjetivo inusual como inconmensurable. Pero acaso importe si hablamos de la verdad de Dios.
En este sentido, no es causal que, bíblicamente, el nombre de Dios —YWHW— sea un nombre cuyo referente no es que esté por ver, como si Dios permaneciera oculto tras las cortinas, sino por venir. En la Biblia, el nombre de Dios no funciona como un nombre al uso. Y no lo hace porque carece de concepto. Pues el concepto es lo que orienta el nombre hacia su referente. ¿Shakespeare? El autor de Hamlet (y aquí, como es obvio, caben unas cuantas alternativas). Ahora bien, que carezca de concepto —que su modo de ser esté en el aire— es lo mismo que decir que no hay presente indicativo para Dios. ¿Dios? Vamos a esperarlo, mientras cavamos pozos de agua para los sedientos…
El cristianismo, como sabemos, dará una vuelta de tuerca a este asunto. Pues la fe cristiana afirma, frente a cualquier expectativa religiosa, que el modo de ser de Dios —su presente, su referente— es el de un crucificado, precisamente, en su nombre. Y confesarlo no parece que equivalga a decir que da igual hablar de Zeus que de Júpiter.
Deja una respuesta