concilios
agosto 3, 2022 § Deja un comentario
La idea: se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Y añaden los concilios: esto es así, aunque no podamos entenderlo. ¿Por qué es así? Porque tiene que serlo si hubo redención. Y es que si en la redención solo interviene Dios —o únicamente el hombre—, entonces no hay propiamente redención, sino prodigio paranormal o premio para los cumplidores. El dogma es, al fin y al cabo, el resultado de una operación estrictamente lógica, algo así como un argumento trascendental a la kantiana que parte del factum de la redención. Sin embargo, el galimatías conceptual del dogma —y haberlo, haylo— obedece a que dicha operación se efectúa sobre la base de la noción de naturaleza. ¿Cómo pueden mezclarse dos naturalezas tan dispares… sin dejar de ser lo que inicialmente son? Un hombre que se convirtiera en chimpancé pasaría a ser, sencillamente, un chimpancé. La cosa cambia, sin embargo, cuando la realidad de Dios se entiende como la propia de una alteridad avant la lettre: Dios es, como Otro, un aún-nadie. Y de ahí que su modo de ser estuviera pendiente, por así decirlo, hasta el Gólgota. Eso del Dios verdadero y hombre verdadero significa, por tanto, que Jesús, el que anduvo por Galilea anunciando el Reino, es el quién de Dios —su modo de ser o esencia—. Como si la relación entre el Padre y el Hijo fuese la que mantiene el yo con su aspecto, tanto físico como psíquico. No hay identidad sin un diferir de fondo. Cristianamente, Dios es un Dios con cuerpo. Y esto no es fácil de admitir para quien parte de una sensibilidad típicamente religiosa, según la cual Dios es un Dios-ya-hecho desde el principio.
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