¿teología feminista?
octubre 23, 2022 § Deja un comentario
Es indiscutible que el lenguaje, al menos por estos pagos, tiene un sesgo patriarcal. Basta con que nosotros, los machos, nos imaginemos que se hablase en femenino —que, por ejemplo, en lugar de hombre como sinónimo de humanidad se utilizara la palabra mujer— para hacernos una idea de lo que supone para ellas el uso preferente del género masculino. Por no hablar de los mitos que fecundan el inconsciente colectivo: Eva nació de la costilla de Adán; Dios es padre; la Cenicienta no nació princesa: se hizo princesa por el amor de un hombre… etc. De ahí que surja la necesidad de una teología feminista que, en nombre de la verdad de Dios, compense el sesgo patriarcal: Dios no tiene género. El modo de ser de Dios poseería tanto rasgos masculinos como femeninos. De acuerdo.
Sin embargo, el problema de verlo así es que da por sentado que Dios posee un modo de ser al margen de la adhesión incondicional de su criatura. En la Biblia de Israel, YWHW es un nombre que carece de descripción definida —de concepto—, un nombre cuyo quien está, precisamente, por confirmar. Tras la caída, Dios, en sí mismo, es el Dios que aún no es nadie mientras nosotros le sigamos dando la espalda —mientras creamos que podemos ocupar su lugar. De Dios en sí, tan solo su clamor. Y el clamor, ciertamente, no tiene género. Donde sigamos dando por supuesto que Dios posee un modo de ser con independencia de nuestra respuesta a su invocación casi espectral, difícilmente llegaremos a confesar que el crucificado es el quien de Dios, esto es, su modo de ser (y no solo su ejemplificación).
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