teo-lógica

enero 2, 2023 § Deja un comentario

Si el Padre, en sí mismo, aún no es nadie, entonces el Hijo es el que es. Traducción: el cuerpo de Dios. De ahí las secuencias del cuarto evangelio que giran en torno al Yo soy. Pero solo es el que es porque se abandonó a un Padre que no supo quién era, por así decirlo, hasta el fiat del Hijo. Ahora bien, el Hijo, evidentemente, no murió poseyendo el significado de su entrega o fidelidad. Ni siquiera se le pudo pasar por la cabeza que él era la encarnación de Dios (o que no hay otro Dios que el encarnado). En el Gólgota, el crucificado creyó religiosamente en el Padre. Como si el Padre ya fuese alguien. Esto es, como si, desde el principio, estuviera determinado como pueda estarlo un dios. La confesión cristiana no termina de coincidir con la fe del crucificado. Sin embargo, porque el crucificado creyó como creyó —y en quien creyó— cabe confesar que su rostro es el rostro de Dios.

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