placer y eternidad
febrero 27, 2023 § Deja un comentario
Dijo Nietzsche: todo placer pide eternidad —más y más eternidad. De ahí que rieguen fuera de tiesto quienes alardean de sus rollos de una sola noche. Pues si la cosa fue bien, querrán volver a verla (o a verlo). Y si tan solo fueron cosquillas, entonces quizá deberían admitir que la cosa quizá no fue para tanto. Esto es, una decepción. Por eso quizá el término quizá no sea placer, sino encuentro. Los amantes siempre se encuentran, aunque sea furtivamente, fuera del mundo, como decía Rimbaud, en un estado de excepción. El momento de la sensación verdadera es el que, propiamente, exige eternidad.
Pero el tiempo arrasa. La muerte alcanza a los amantes como tiempo diario —como el tiempo de la negociación, del oficio. Y quien comprende esto acaso pueda comprender que lo que divide la existencia no es el arriba y el abajo —lo superior y lo inferior—, sino los tiempos. De paso, también podrá comprender que, en lo más profundo, permanecemos a la espera de la irrupción de un tiempo nuevo, un tiempo en el que el encuentro no tenga fin —la novedad siempre fue un simulacro, un espejismo.
Sin embargo, lo cierto es que, siendo como somos, tampoco podríamos soportarlo. Pues sobrevivimos negando, precisamente, la irrupción del otro, ese extraño. Y lo negamos donde simplemente pasamos a tratarlo. Aunque sea con amabilidad.
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