un Dios que tiene cuerpo (y 2)
abril 6, 2023 § Deja un comentario
Sin embargo… la analogía del yo es, hasta cierto punto, problemática. Pues, en nuestro caso, el yo es un producto de un cuerpo inserto en su circunstancia… y no parece que podamos decir lo mismo acerca de Dios. ¿O acaso sí? En principio, la realidad de Dios como el aún-nadie-sin-su-cuerpo es anterior a su encarnación —a su reconocerse en el crucificado. O al menos, es lo que damos religiosamente por decontado. Ahora bien, si es el aún-nadie no es nadie-aún. Dios-en-sí, coincidiría con la alteridad propia de un puro haber. Y es que el haber de Dios-en-sí no es en modo alguno equiparable al haber de cuanto posee entidad.
Entonces, ¿por qué hablamos del aún-nadie en vez de referirnos simplemente a la nada? Será porque, desde la situación de los que sufren la oscuridad y el silencio de las simas de este mundo, la nada va con una invocación insoslayable, aquella cuya reverberación escuchamos en las gargantas de la sed. ¿Se trata de un asunto meramente psicológico? Quizá, si no fuera porque hay quienes obedecen hasta el final al lamento de los que se revelan como hermanos en medio de un No aparentemente inapelable —si no fuera, en definitiva, porque debemos responder a alguien (y ante la demanda del otro, no responder es ya una respuesta). Y porque hubo fieles —y siguen habiéndolos— , Dios pasa del anónimo haber a presentarse como cuerpo. Esto es, del nada-ahí (o del puro ahí como nada) a ofrecerse como rostro. No es casual que leamos en el Talmud aquello de si crees en mí, yo soy.
Deja una respuesta