woke

abril 10, 2023 § Deja un comentario

En los EEUU, ser blanco comienza a ser un motivo de vergüenza para la militancia antirracista (y para unos cuantos blancos woke). Así, escribe Robin DiAngelo: la identidad blanca es intrínsecamente racista. Los blancos no existen fuera del sistema de la supremacía blanca. Este es un discurso que pisa fuerte en el país de las oportunidades. Algo parecido podríamos decir del feminismo ultra, el cual está a un paso, si es que no lo ha dado ya, de estigmatizar la condición masculina. De ahí que los hombres maten a su prole, mientras que las mujeres se arrojan de la ventana con sus hijos en brazos. Aquí la casuística, tan importante en el territorio de lo moral, carece de importancia. La condena precede a la acusación. Se es bueno o malo por nacimiento. Como se era judío o ario en la Alemania de antes de ayer.

Hace tiempo que la corrupción original —la massa damnata de Agustín— dejó de ser una evidencia. La aspiración a la pureza siempre engendró monstruos. Y más que los engendrará donde las dependencias que van con el hecho de existir tienden a disolverse en favor de un individuo que se supone dueño de sí. Tarde o temprano, nos preguntaremos cuándo la identidad comenzó a ser un objeto de consumo. Algo tendrá que ver con un padre que pasó a ser un fantasma. En cualquier caso, como dijera Marx, el capitalismo hace que todo lo sólido se disuelva en el aire. Y de esas lluvias probablemente estos lodos.

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