de chamanes y científicos

mayo 18, 2023 § 1 comentario

El libro de Jeremy Narby sobre la inteligencia de la naturaleza —El misterio último— es muy interesante. La idea de fondo es simple (y no es la primera vez que alguien la defiende): la ciencia nos permite entender cómo funciona el mundo, pero no comprender que formemos parte de él. Al menos, porque comprender supone abrazar lo que se entiende. Es decir, interiorizarlo. De hecho, la imparcialidad solo es posible donde nos hallamos fuera, situados en la distancia de un dios omnisciente: midiendo, calculando, certificando. La dualidad sujeto-objeto es el presupuesto inevitable de la actividad científica. Y aquí, a pesar de Hegel, no hay reconciliación que valga.

En este sentido, el chamán lo tiene más fácil. Como animista, para él todo habla —todo emite su música. Basta con tener los oídos —la ayahuasca— para escucharla. Hay otras inteligencias a parte de la racional. No es que el chamán crea o suponga que todo tiene un alma: lo vive a flor de piel. Ciertamente, en el mundo del chamán, hay violencia. Pero no Mal. El chamán nunca tendrá que elegir entre la impiedad de Atenas o la piedad de Jerusalén. Esta no es su disyuntiva. Nunca se le ocurrirá decir, por ejemplo, que somos rehenes del pobre. En una tribu, no hay clases, aun cuando haya jerarquía. O todos, o nadie. Para que haya Mal, antes tuvimos que abandonar la selva. Y la abandonamos para crear ciudades. O mejor dicho, estados.

Así, cabe aventurar que solo con el surgimiento del poder estatal surge el Mal, es decir, la posibilidad del exterminio. En el mundo de los chamanes, la violencia es natural, esto es, raramente desproporcionada…, lo cual no implica que no deba evitarse. En absoluto es secundario que Egipto fuese la bestia negra de Israel. Como tampoco lo es que Israel se alejara de Yavhé —todavía más— durante el período monárquico. Quizá el error del profetismo fuese creer que era posible un Estado justo… si hacíamos los deberes. Pero no es posible reunir a las doce tribus, salvo en la festividad. Aunque puede que el mensaje subliminal de los profetas fuese que había que volver a cuidar cabras. Sea como sea, no hay nada enteramente Otro —ninguna alteridad en falta— para el chamán. Lo divino, como quien dice, está por todas partes, penetrando cuanto es.

Leyendo el libro de Jeremy no puedes evitar la impresión de que las espiritualidades transconfesionales de hoy en día viven, precisamente, de la nostalgia del mundo del chamán —del anhelo de recuperar la vida que perdimos al dar un paso al frente. Su éxito reposa en el brillo de un mundo en el que se respiraba la comunión. El presupuesto de dichas espiritualidades es que fuimos separados de ese mundo, pero no arrancados de raíz. De ahí su carácter compensatorio. Sobre todo, si tenemos en cuenta, por parafrasear a Rudolf Bultmann, que no cabe ser animista donde continuamente manipulamos objetos. O existimos como separados, o como arrancados —o panenteísmo, o el Espíritu como huella. A pesar de los sincretismos, tertium non datur. Aunque sea simplificando, hablamos de la línea que divide la espiritualidad oriental de la que nace de la fe bíblica. El problema, sin embargo, es que no podemos elegir entre prejuicios que se han hecho cuerpo. Pero, por eso mismo, me atrevería a decir que el animismo (y sus variantes) constituyen la única instancia crítica de la tradición bíblica. Si los chamanes están en lo cierto, entonces no hay trascendencia, sino en cualquier caso, dimensiones. Y aquí no vale decir que la Biblia ya contempla el Edén. Pues lo contempla como lo que dejamos atrás definitivamente… y no parece que todos lo dejáramos atrás. Yavhé sería tan solo el dios de la civilización —de la obra de Caín. Y esto está cerca de decir que, al fin y al cabo, es una divinidad a medida de la civilización. Quizá no sea casual que, durante la vida paradisíaca y a la hora de referirse a Dios, el autor del Génesis emplease en término Elohim —un plural— y no Yavhé.

Sin embargo, es posible que nunca haya habido el mundo del chamán, esto es, el mundo que imaginamos como el mundo del chamán. Por tanto, el animismo como instancia crítica carecería de correlato objetivo. La creencia en el mundo del chamán respondería, más bien, a la tendencia tan moderna de negar que haya una genuina trascendencia, la cual no debe confundirse con la existencia de otro plano. Pues aun cuando hubiese otro plano, aún no habríamos cruzado, de cruzarla, la puerta que nos separa de Dios-en-verdad. De hecho, con respecto a Dios-en-verdad no hay ninguna puerta que podamos cruzar. En la modernidad, el mundo del chamán funciona, efectivamente, como una variante del mito del buen salvaje, provocando la ilusión de que es posible regresar (y aquí regresar sería superar la fe monoteísta). Pero, a menos que tomemos la decisión de Thoreau, no tenemos el billete de vuelta. Y diría que, de tomarla, ni siquiera. Pues ya no somos los que fuimos… si es que alguna vez lo fuimos.

En realidad, podríamos sospechar que estos mitos no cuentan toda la historia. Nada hay que no ofrezca dos caras. Tan solo basta con que leamos a Marvin Harris para caer en la cuenta de que en la vida de los cazadores-recolectores no todo fue idilio. ¿Acaso no fue natural que en esos grupos se devorasen a los hijos de más? ¿Que ellos lo vivieran con naturalidad, aunque fuese una naturalidad fuertemente ritualizada, significa que deberíamos poder volver a vivirlo así? La vida del hijo ¿es o no es sagrada? En la naturaleza los osos no son siempre ositos. Ni los hombres, hermanos. Ni siquiera donde lo fueron de sangre. En cualquier caso, los estados solo le dieron otra magnitud a lo que venía de fábrica.

§ Una respuesta a de chamanes y científicos

  • ajaodemaria dice:

    el hombre del siglo XXI vive en una contradicción entre la ciencia/lógica y el pensamiento mágico (supersticiones, ideas irracionales o ilógicas), en nuestras vidas cotidianas
    …… y luego, los efectos positivos y negativos del pensamiento mágico. Entre los primeros, puede funcionar como un calmante o un generador de esperanza. Entre los segundos, puede provocar trastornos mentales, frustración, aislamiento

    sin olvidar que las sociedades de hoy día serán validadas posiblemente como de tran­sición

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