la ley que se desprende
junio 3, 2023 § 1 comentario
La fraternidad —que el otro se revele como hermano— se da frente a la amenaza de lo divino —del silencio de Dios, del cielo más impenetrable, en definitiva, de un puro haber. ¿Se trata de una reacción —de que el otro se nos muestre como si fuera un hermano? Ciertamente, en el caso de que no hubiese otro. Ahora bien, hay otro en tanto que nos encontramos sub iudice ante él. La conmoción de su aparición va con un ponerse de rodillas (y un obrar en consecuencia). El relato de la caída de algún modo pretende darnos a entender que la culpa es algo más que una emoción fácilmente reemplazable. Pero esto es difícilmente vamos a admitir mientras sigamos confiando en nuestra posibilidad.
««Mendelssohn ha sugerido a los modernos una visión que Spinoza había tomado de Maimónides: el más antiguo de los monoteísmos no sería una religión revelada, sino una Ley revelada. (…) Habría una destacable relación entre lo espiritual de las ideas y lo carnal de las costumbres, elemento en el que las verdades últimas se conservan inalteradas y de donde toman sus fuerzas. (…) El intelecto, totalmente desnudo, se eleva a las cimas, pero no se mantiene en ellas. La razón, soberana y sujeto de lo verdadero, sucumbe a la idolatría de los mitos que la tientan, traicionan y encadenan. Lo verdadero, según el judaísmo, no halla simbolismo fiel que lo preserve de la imaginación más que en las actitudes prácticas, en una Ley. (…) El monoteísmo que lo anima –la más peligrosa, puesto que la más alta de las abstracciones– no consiste en acondicionarle al hombre, cansado de sus propias imperfecciones, una cita privada con un Dios consolador; sino en referir la presencia divina a la justicia y al esfuerzo humano, como remitimos la luz del día al ojo, el único órgano capaz de ver.»
(Ética e infinito, Emmanuel Lévinas)