lo serio
enero 27, 2024 § 1 comentario
El mayoritario desprecio actual por lo que la Biblia tienen que decirnos sintoniza con la frivolidad con la que los más o menos acomodados encaramos la existencia. Y es que nada serio tiene lugar dentro de los muros de la ciudad —y menos, si permanecemos en el mundo virtual de un consumo sin medida. Para Israel, la cuestión última y, por eso mismo, decisiva fue la del destino del justo sufriente. Sin embargo, Israel no la planteó como una cuestión especulativa —esto es obvio—, sino como aquella en relación con la que se decide el sí o el no de nuestra entera existencia. ¿Y quién será capaz, y más actualmente, de creer que esto es en realidad así? Ningún espectador puede encarar dicha cuestión seriamente.
No me refiero —o no solo— al sentimiento de compasión —pues incluso el espectador puede reaccionar compasivamente. Me refiero a la convicción de que estamos condenados donde abandonamos al abandonado de Dios. Pero, como decía, ¿quién podrá hoy en día encarnar esta convicción? Puede que aún no hayamos comprendido que el exceso de la divinidad nada tiene que ver con lo gigantesco—o, si se prefiere, con el fondo nutricio del cosmos—, sino con el abismo que se abre a nuestros pies una vez vivimos a flor de piel que el justo no cuenta para nadie. Y parece que ni siquiera para Dios. El ateísmo de Israel —su impugnación de los dioses—, a diferencia del que comienza a dar sus primeros pasos en Grecia, arraiga antes en el clamor de Job que en la abstracción de lo divino.
El problema es que la rebelión de los esclavos de Egipto —una rebelión con la que simpatizó Lenin y que conecta con el convencimiento de que tan solo la Ley, el deber de dar de comer al hambriento, constituye la máxima expresión de la devoción creyente, al menos porque, ante Dios, tan solo nos tenemos los unos a los otros— no admite una traducción política. O al menos, una traducción que prescinda del temor de Dios. Puede que el comunismo fuese precisamente, esto: un quedarse con la Ley sin admitir que la Ley se desprende, en definitiva, de nuestro hallarnos expuestos a un Dios que anda rozando la nada.
No es casual que sea en el Talmud donde podemos leer aquella sentencia que dice que todo está en manos de Dios menos el temor de Dios, temor que apunta en primer lugar al eterno porvenir de Dios y no a la imagen, tan común en su momento por inevitable, de un terrible padre espectral. Sin embargo, hace tiempo que dejó de inquietarnos la ausencia de Dios. Y acaso este sea el mayor síntoma de la trivialidad del individuo moderno. Ya dijo Marx que, con el capitalismo, todo lo sólido se desvanece en el aire. Y quien dice lo sólido, dice lo serio.
JOB no deja de ser el grito de los palestinos frente al dolor por la muerte de sus hijos e hijas. Cuesta como Job pensar en la misericordia y la compasión de quienes sostienen la venganza amparados en el antisemitismo. Tal como Francisco ha comentado sin entender el resto si no justifica asi las víctimas de un solo Estado..