mirmecología básica
febrero 12, 2024 § Deja un comentario
El sujeto de la reflexión no es el mismo que el de la creencia. Esto es lo que, en definitiva, hay detrás de la sentencia platónica que dice que una vida reflexionada —una vida que se examina a sí misma— tiene más valor que una vida sin reflexionar. Ambas vidas no juegan en la misma liga.
Ahora bien, la pregunta es por qué no se trata del mismo sujeto. Y la respuesta es simple: el sujeto de la reflexión, sobre todo modernamente, es hijo de la sospecha. En este sentido, no puede evitar interrogarse por lo que está haciendo cuando se dirige espontáneamente a Dios. Esta era, según Martin Buber, la enfermedad de nuestro tiempo, una enfermedad del espíritu. Al sujeto moderno de la reflexión, en el caso de que se apareciese la Virgen, casi inmediatamente se preguntaría si acaso no estará sufriendo una alucinación. Aun cuando siguiese impresionado con la aparición, no podría creer en ella.
Sin embargo, en los abismos de la existencia las apariciones dejan de estar bajo sospecha. Y lo dejan de estar porque tienen un cuerpo humano, demasiado humano. Así, las prisioneras de Bergen-Belsen no dudaron de que se les apareció Satán bajo el aspecto de Irma Grese, el ángel de la muerte. Aunque también es posible que se les apareciese el ángel de la luz bajo la forma de un gesto de bondad. Es cierto que sub specie aeternitatis no hay diferencia entre las torturas indescriptibles de Irma Grese y el abrazo de una madre. Todo son cosas que pasan: acción y reacción. Pero la pregunta es qué visión es más realista: si la de quien contempla la historia como el mirmecólogo las hormigas o la de quien la sufre. Al fin y al cabo, acabamos topando con la ontología. Y ello en nombre de las víctimas.
Así, o lo real es naturaleza muerta —y en este caso, el mirmecólogo tiene razón—; o es la alteridad que nos sale al encuentro (y por eso mismo, exige una respuesta). Si lo primero, entonces el mirmecólogo no es de este mundo —pero el mirmecólogo forma parte del mundo. En cambio, si es cierto lo segundo, entonces el mirmecólogo, sencillamente, se equivoca: no ve lo suficientemente lejos.
Ahora bien, lo anterior equivale a decir que desde la situación de quienes sufren la historia, la aparición de Satán —o, en su defecto, del ángel de la bondad— no es un trampantojo. Pues resulta inevitable ver cuanto es desde la óptica de un combate de dimensiones cósmicas. Al final, tendremos que admitir que hay más verdad en el mito que en los fríos informes del mirmecólogo. Y no porque el mito, precisamente, describa mejor.
Deja un comentario